Como se puede ver en cualquier libro de Embriología, o en el nuestro, la piel de una persona adulta consta básicamente de dos componentes o capas: una externa, de células epiteliales con varias capas, que es lo que se denomina como epidermis, y una capa más profunda denominada dermis, la cual está compuesta de tejido conectivo, con variedad de células, fibras elásticas y colágenas, con vasos sanguíneos, nervios y terminaciones sensitivas en su interior.
Embriológicamente, y de forma general, la epidermis se origina a partir del ectodermo superficial, y la dermis del mesénquima.
Se consideran como derivados o anexos de la piel a los pelos, y su músculo piloerector; glándulas sebáceas y sudoríparas y su musculatura para secreción; los dientes; las uñas o garras en los animales; y la glándula mamaria, aunque ésta tiene en su origen una inducción desde los órganos sexuales e hipófisis en desarrollo.
Cuando ocurre un grado excesivo de queratinización de forma que la epidermis tiende como a quebrarse y formar gruesas capas a manera de escamas de pescado, se produce la denominada Ictiosis congénita, la cual se debe a la formación continua y excesiva de capas epiteliales que lenta, continua y paulatinamente se van descamando.